Manejar el no, ser rechazad@ en un proceso de selección es una situación por la que tod@s pasaremos. Lo difícil es manejarlo (l@s que han sufrido mal de amores, mejor dicho, amores no correspondidos, ya tienen mucho camino recorrido).
Te van a rechazar y lo sabes…
Sí, cómo lo oyes por probabilidad y estadística, si para una vacante pueden postularse, presentarse, siendo benevolentes (siempre para posiciones de fácil ocupación o alta demanda) unas 300 personas, lo más seguro es que estés dentro de esas 299.
Asumir que la tasa de «noes» es alta evitará al menos cierta angustia, ya sabes eso de «no se puede perder lo que no se tiene».
Seguimos con los cálculos de probabilidad, a mayor número de procesos a los que apliques mayor tasa de rechazo, por tanto, aquí es mejor calidad que cantidad (como casi todo en la vida, malpensados!!). No te pongas a disparar a todo lo que se mueve.
No es nada personal que te rechacen en un proceso de selección.
Sigamos rebajando las expectativas y los pensamientos, en muchos casos irracionales, que asociamos al rechazo en un proceso de selección. Evidentemente la búsqueda de empleo, en buena parte de las ocasiones, va asociada a muchas preocupaciones, relacionadas con la satisfacción de las necesidades más básicas…
Debemos evitar dotar al rechazo de una entidad y significado lineal y sin matices, únicamente asociado a todo aquello que he hecho, mejor dicho, pienso que he hecho mal. Pues no.
No es nada personal, depende de factores externos (locus control externo), inverosímiles, y que en ocasiones, no se explican a l@s candidatos (sí porque no se explican y si has trabajado en RR.HH. lo sabrás, vamos a dejar de contar mentiras, tralará).
Situaciones como:
- la suspensión del proceso
- otr@ candidat@ que se ajusta mejor (es una cuestión de oportunidad), se opta por «alguien de la casa»
- se impone otra candidatura menos apta por la dirección de empresa…
¿Eso es culpa tuya? Va a ser que no… por tanto, para esa «cabecita loca» y aprende a que todo no depende única y exclusivamente de ti.
Tampoco te vengas arriba y mantén una postura para contigo (uy que de leer me ha quedado esto…) autocrítica y constructiva (locus control interno, que me gustó esta clase en psicología) con aquellos aspectos a mejorar. Todos sabemos, cuándo hemos hecho, y cuando no, un buen proceso, salvo contadas excepciones (hay much@ Dorian Gray de la vida).
Hay cuestiones tangibles y de solución práctica: no saber responder a alguna pregunta, falta de actitud o aburrimiento, falta de conocimiento del puesto o empresa…
Preparación, my friends.
Si te dan limones, échale sal y tequila.
(Debe ser que el confinamiento saca mi lado más mexicanito…) Quedarme con la parte negativa de todas aquellas cuestiones (tangibles, recuerda) y reformularlas en algo positivo (ojito con «felicismo non stop», la psicología positiva y el agua del carmen, ¡qué hartura!).
Debemos reformular generalizaciones y pensamientos circulares, que empiezan por: «nunca…», «siempre yo…», «siempre me pasa…», «soy el/la peor en…», «no funciona…», «no me llaman…» y no, no se trata de pensamiento mágico sino de cambiar la mentalidad de preocupación, por una de ocupación. Menos pensar y más hacer (esta frase suena muy germánica, un saludo a l@s lector@s teuton@s).
Todos sabemos que podemos hacer algunas cosas mejor para manejar el no.
- cómo contar nuestra historia profesional
- preparar a conciencia una entrevista
- grabarme en video para evaluar mis habilidades de comunicación
- mejorar mi estrategia
- intentar reducir mi nerviosismo
- tener un buen currículum (minuto promocional) para acceder a más procesos…
Suena muy manido, pero de los rechazos se aprende mucho (lo digo por experiencia propia) y en la mayoría de los casos, esa rabia podemos canalizarla en acción.
¿Quieres contarme cómo gestionas el rechazo?
¿Qué te funciona?